Cuando pequeño, mientras promediaba la escuela primaria, me
encontré con una revelación que me cargó de desazón y de angustia. No era la
primera vez que me ocurría algo parecido, pero sin que la novedad me asaltase,
la situación se me hizo sino intolerante, por lo menos incómoda. Había
descubierto que en el país en que había nacido y que tanto mis padres como
maestros me impulsaban a amar tanto como a ellos y a mi propia vida, habían
ganado los malos.
Nos es poco para quien en sus lecturas y enseñanzas, va formando su
escala de valores sobre lo que es el bien y lo que es el mal y si bien, a esa
altura, ya sospechaba que el bien no siempre triunfa, jamás supuse tamaña
derrota en la historia de mi país.
Había aprendido que en la formación de mi país en el siglo
diecinueve, en pocos años, dos bandos bien diferenciados, salieron a competir
por el destino de su patria y lo hicieron en los campos de las ideas y de las
batallas. Corrió tinta y también sangre entre esos argentinos, hasta que en un
tiempo poco preciso, la Nación se consolidó en eso que tanto disfrutábamos.
En un bando estaban los unitarios, cultos y refinados y en el otro,
los federales, salvajes, brutales y asesinos. Cuando se reveló la palabra
federal, en el modo de organización que mi país había decidido, un remolino
atravesó por el alma infantil de ese tierno estudiante.
Mi curiosidad ha sido más insistente que mi pudor, por lo que salí
a preguntar a las maestras tamaña contradicción y poco resultado conseguí. Mi padre,
con su simple sabiduría, me hizo saber que la historia que leemos, está cargada
con la parcialidad de quien la escribe.
No consideré seriamente sus palabras hasta que años más tarde,
llegaron a mis manos las conjeturas de los llamados revisionistas, esos que
aseguraban todo lo contrario de aquello que se mencionaba en los libros de mi
niñez. Para aquella época, ya estaba considerando la sabiduría de mi padre y
arrancaron mis sospechas, sobre las verdades con las que uno se tropieza en
cada esquina.
Este preámbulo viene a cuento, de que estas líneas, tal como mi padre
me hizo ver, están cargadas con la parcialidad de quien las escribe, de modo
que quien avisa, no traiciona.
Lo primero que surge es preguntarse, para qué seguir insistiendo en
un tema que no trae más que dolor y que estimula a nuevas divisiones entre los
argentinos que más que revolver en el dolor, necesitamos olvidar las tragedias
del pasado para construir esta nación para nosotros y para nuestra
descendencia.
¿Cuál es la necesidad de transitar en un regodeo atroz, aquello que
todos sabemos que sólo el tiempo cura? ¿Acaso no tenemos urgencias importantes
para resolver que andar levantando nuestros muertos?
¿No es mejor trabajar para
la vida que para la muerte?
Si, quizás sea que sí, pero si bien esas son preguntas necesarias,
es posible que no sean suficientes.
Desde los inicios de esta etapa democrática, sospeché que la
expresión Nunca Más, no era otra que una bella expresión de deseos y que para
que algunas expresiones sean cumplidas, es necesario arremangarse un poco.
Siempre y nunca como tantas, son palabras con alguna encrucijada.
Por otra parte, el camino hay que transitarlo de todas maneras, aún
en el caso de que nos lleve a finales sin salida. Si no se sale, nunca se puede
adivinar el destino.
Así que como cuando Colón zarpó del Puerto de Palos, acá salgo a un
puerto incierto, en la búsqueda de encontrarme con algunos cuantos indios.
He citado a mi padre y a su extraño modo de entregarnos su saber.
Él jamás ha elaborado teoría alguna, en una sociedad donde cada uno, discute
hasta por el seleccionado de fútbol que mejor nos representaría, jamás se habrá
escuchado palabra suya alguna en las discusiones de política en la mesa que él,
con su trabajo, cada día sostenía. Tampoco abordaba a los autores de política y
de literatura clásica, pero sí era un gran lector de ciencia ficción. Pasión
que mi hermano y yo, recibimos de él entre otras cosas.
( ver
Lecciones de política en mi Blog
No puedo citar el título del cuento ni su autor, pero trataré de
resumirlo para avanzar en esta condición suficiente que justifica este trabajo.
En el relato citado, un inventor, (suele haber inventores o
científicos en los cuentos de ciencia ficción) se encuentra con una sorpresa.
Fabricó un arco, que por accidente, descubre que lo que pasa por él, desaparece
sin dejar huella. Como no tiene idea de lo que ocurre tanto con el arco, como
con los objetos que lo atraviesan, teme hacerlo conocer al resto de sus
vecinos. Pero la influencia de su esposa, lo convence y todo el pueblo, se
encuentra con semejante novedad. El inventor y su invento, se transformaron en
un santiamén, en los héroes del pueblo. El intendente lo premió en un acto
donde toda la sociedad lo agasajó. De un día para el otro, todo aquello que
hastiaba, era pasado por el arco y por arte de magia, desaparecía. Era
suficiente entonces, que el arco transitara por las calles, para tragarse todo
tipo de basura, animales molestos y adversarios de toda cuantía.
Sin embargo, el inventor seguía inquieto. Desconocía el rumbo de
todo aquello que pasaba por el arco y semejante inquietud no era vana.
Una mañana, un hedor pesado se hizo sentir en el pueblo. El tufo
aumentaba y nadie sabía por dónde venía y el inventor, supuso que sus temores
ahora iban a dar sus explicaciones.
A las pocas horas, apenas si se podía estar en las calles y pronto,
el asfalto y las veredas se quebraron y dejaron ver primero, algunos restos de
comida y luego, una explosión de basura y otros objetos creció, hasta llegar al
nivel de las ventanas y en poco tiempo, la montaña superó los techos más altos.
Este relato que insisto, no puedo citar ni su título ni su autor,
habrá sido realizado entre mediados de los años cincuenta hasta principios de
los sesenta, dada la edad en que recuerdo haberlo tenido entre mis manos,
sumado a los tiempos necesarios para ediciones posteriores, traducciones y los
etcéteras que se hacen imprescindibles. La temática de la ecología, estaba
lejos de ser considerada, aún en los ámbitos académicos de esa época, de modo
que no es la influencia de ese tema lo que me instaló en la memoria el cuento,
ni tampoco creo suponer, que haya influido en el autor. Lo curioso es que ahora
lo traigo, cuando asocio eso de evitar guardar la mugre debajo de la alfombra,
pero hay algo más.
El tema de los derechos humanos suele ser visto en nuestros
ámbitos, como el lugar donde se da cita, el respeto que la sociedad debe
guardar por los ciudadanos, tanto sea para la vida, la educación, la salud, la
vivienda, y los etc., pero poco se habla sobre los deberes que ambos
protagonistas se exigen a intercambiar, para dar cumplimiento a estas premisas.
Cuando trabajo con las organizaciones empresarias, con lo primero
que me topo, sea porque aflora o porque ex profeso lo busco, es con el tacho de
basura. Sí, con ese espacio sumidero donde la conflictiva descarga la acción
del hacer. Es posible que un sector o persona, se haga cargo de recibir los
desechos de la comunicación, de la rentabilidad y con cualquier circunstancia,
carga como una cruz, con la carga de la culpa. Suele ocurrir entonces, que me
encuentro con el hambre, pero también con las ganas de comer y es curioso que,
cuando las primeras acciones fortalecen ese sector o personas, los desechos,
rápido salen a buscar otro espacio desprevenido para descargarse.
En Te Ganarás el Pan, analizo los temas del trabajo y esto
específicamente se encuentra en ¿La entropía es la estropía?
En él, traigo a Sadi Carnot y a su segundo principio de la
termodinámica que dice, que para que exista trabajo, es preciso contar con una
fuente caliente que otorge la energía y un sumidero, que se encargue de recibir
los restos.
Es común ahora usar la palabra entropía para mencionar los desgastes
en los sistemas o en los equipos humanos, sin comprender, que ese uso es poco
inocente. Entropía desde la mirada termodinámica, es el cumplimiento de la ley
en aquellos procesos que estamos observando desde el marco en que lo hacemos.
Un desgaste en estos casos, obedece al cumplimiento de la ley siempre y cuando,
no se haga nada para revertirlo.
Invito entonces, a echar una mirada al sumidero de los derechos
humanos en nuestro país.
Si la fuente son los derechos humanos, admito como primera
hipótesis (es la única que tengo) que el tratamiento del sumidero podría estar
en los deberes. Ambas acciones existen una si la otra, en conceptos biunívocos.
El derecho de uno, sin la disponibilidad a una renuncia que asume su deber un
otro, no es posible.
Propongo analizar los antecedentes de ese estado de derecho, atento
a que habitualmente el sumidero está ubicado en el otro desde el concepto de alteridad.
El otro, en estos casos,
se hace cargo desde el imaginario de uno,
de aquello que no se está cumpliendo. Pongamos una lupa en este desecho que
encontramos.
El abuso al derecho individual, es común encontrarlo en toda la
superficie de la Tierra y en toda la historia. Los chinos son famosos por sus
torturas, la imagen del hijo de Dios nos recuerda, el modo en que los romanos
sabían tratar a quienes querían someter. Kurtz encarna en El Corazón de la
Tinieblas de Conrad, la cara humana del horror y nos cuenta de paso, el modo
elegante en que los belgas, trataron a los africanos en la explotación del
marfil. Luego Coppola, va a producir uno de los acontecimientos
cinematográficos más trascendentes de mis registros en Apocalipsis Now y usa nuevamente
a Kurtz en la piel de Marlon Brando, esta vez en Vietnam y de paso, nos relata
las delicadezas del ejército norteamericano. Los finos franceses, están muy
bien representados en su paso por La Batalla de Argelia, pero recordemos que
los vietnamitas, ya se habían curado con la medicina gala cuando todavía eran
indochinos. Los turcos se lucieron con los armenios y podemos seguir citando
varias páginas seguidas.
Stálin en Rusia, Mussolini en Italia, Hitler en Alemania, Franco en
España, como tantos, se vistieron con la piel de Kurtz luego de que Conrad
escribiera sus líneas y esta vez, no era ficción. Ellos se encargaron de
contarnos en la realidad, el modo en que las sociedades son capaces de abusar,
aún en aquel grupo humano de avanzada, que había llegado al nivel de cultura,
de entregarnos el Bauhause, a Kant, a Eines y a Hegel.
De modo, que no debemos horrorizamos por la encarnación de nuestros
Kurtz en nuestros hermanos coterranáeos o quizás, tal como cita Coppola, en
nosotros mismos. The horror protagonizado por Brando y Smell of Victory por
Robert Duval, son la muestra cabal de esas conductas de las que hablo y que
invito a hacernos cargo.
Separando las botellas de
plástico de la yerba de ayer y reciclando, quizás podamos encontrar el camino
de la justicia en lugares tan comprometidos, como la esclavitud de jóvenes y no
sólo en el trabajo sexual, la marginación creciente y su correlato con el delito
organizado y con la connivencia de un estado encargado de evitarlo. Azorados
asistimos además, a la santificación de delincuentes traficantes por
poblaciones carentes, que encuentran en ellos, la ausencia de un estado, que no
puede integrar a quienes quedan fuera del marco.
Comencemos con el deber y con el resultado de ese concepto en
nuestra sociedad.
Si observamos los cumplimientos a ciertas normas de convivencia,
encontramos alguna fragilidad espontánea en la adhesión a la ley. El tránsito
es caótico si se lo compara con muchos países incluso cercanos al nuestro. Las
obligaciones impositivas para con el estado y alguna aceptación de complicidad
con la corrupción desde varias generaciones atrás, se observan tanto con los
funcionarios del estado, como en la actividad privada. Aún me asombra, cuando
en alguna serie extranjera o film o novela, un personaje le refrenda a las
autoridades sus derechos y lo primero que argumenta, es que paga sus impuestos. Está diciendo que
él como ciudadano, cumple su parte del contrato.
Y esta situación no es novedosa, lo era en los EEUU de los años
cercanos a la Segunda Guerra mundial, donde tanto Hamett (El Halcón Maltés por
ejemplo) como Chandler (El sueño eterno por ejemplo), nos mostraban una
sociedad corrompida hasta los dientes y una policía operativa con la mafia. “El
delito es la otra cara de la lucha por el dólar” (R. Chandler). Sin embargo,
desde el imaginario colectivo, la sociedad en su conjunto, no adhería a esos
modelos a pesar de que conocía su existencia y sin ser parte los denunciaba, en
un concepto reglado de religiosidad laica. (Broderick Crawford en el final de
Patrulla de Caminos con su sentencia “el crimen no paga”).
La historia de nuestro país no ha sido distinta de las de otros. Un
juego de tironeo de poderes fue forjando la Patria hasta los albores del siglo
veinte. Una vez consolidado el sistema político, el tironeo no aflojó y el
abuso a los derechos elementales ha sido moneda corriente.
Les propongo la siguiente lista para armar una curva cartesiana,
donde en abscisas (eje horizontal) tenemos la línea de tiempo y en ordenadas (
eje vertical ), los acontecimientos cuantificados a criterio de quien quiera.
1. La Semana Roja
2. La semana Trágica.
3. Los fusilados de la Patagonia
4. Barceló y Ruggerito.
5. Golpe a Yrigoyen.
6. La Sección Especial
7. Golpe del GOU
8. La Revolución Libertadora.
9. Perón proscripto.
10. Fusilamientos de José León Suarez y Penitenciaría.
11. Plan Conintes. Azules y Colorados
12. Illia presidente
13. Revolución Argentina
14. Cordobazo
15. Trelew
16 Regreso de Perón.
17. Tres A
18. Muerte de Perón.
19. Proceso. (Con todos los condimentos)
20. Guerra de Malvinas.
21. Presidencia de Alfonsín
La curva que podríamos obtener con cierta buena voluntad, comienza
con sucesos de sangre abruptos en el medio de un clima de baja falta al derecho
individual (convengamos elementos comparativos, considerando que estamos
hablando de principios del siglo XX). Luego del golpe a Yrigoyen, se incrementa
el abuso con la Sección Especial, que si bien, en el período del GOU y de Perón
bajó en intensidad, tan solo se redujo un poco. Luego de la Libertadora, los
hechos de sangre vuelven a aparecer y ya la Coordinación Federal, recupera los
niveles de la Sección Especial de la llamada década infame o los supera, hasta
atenuarse en los primeros tiempos de Frondizi, para luego recuperar su vigor, a
partir del plan Conintes, los Azules y Colorados y a bajar a niveles cercanos a
los nulos, en el período de la presidencia del Dr. Illia, para recrudecer luego,
en la Revolución Argentina en un nivel estable hasta el Cordobazo.
Este período de casi cincuenta años, con los vaivenes descriptos,
tiene una franja de alteración al orden institucional y falta a los derechos
individuales de bajo tenor, si lo comparamos con lo que ocurre luego.
Si interpolamos todos los sucesos y los comparamos con los
siguientes quince años, es evidente el incremento. De modo que si trazáramos
una línea que cruce esos primeros cincuenta años desde la Semana Roja y la Ley
de Residencia hasta El Cordobazo, podemos considerar, que si bien no es lineal,
es estable con una leve tendencia alcista si se quiere. Luego le sigue en el
período posterior al 69’, una inflexión oscilante creciente, para encontrarnos
con una expansión evidente en los finales de esa Revolución, con los
acontecimientos de Trelew y a partir de él, un sostenido crecimiento, en los
gobiernos peronistas del final. Luego un incremento abrupto a partir del
Proceso, que luego declina a posteriori del fracaso de la Operación
Contraofensiva de los Montoneros y de la derrota de nuestras fuerzas en la
Guerra de Malvinas, hasta decaer a niveles casi nulos, a partir de la asunción
de Alfonsín.
Como toda curva de los procesos sociales, no es tan prolija como
otras, pero casi es similar a la que se presenta en la sociedad de las moscas
en la botella o en la Ley de Hooke, que figura
en Te Ganarás el Pan
Transcribo el tema de la cátedra de combustión del Ing. Agrest:
“Explicaba el profesor, que estudios del
comportamiento de las sociedades se realizaban con simulaciones varias. El
experimento consistía en colocar una masa mínima crítica de moscas en un
volumen acotado, una botella por ejemplo. La curva de crecimiento demográfico
dentro de la botella, obedecía casi en una copia rigurosa, al que experimenta
el acero sometido a la tracción en la llamada Ley de Hook. Para los que
conocemos la curva del comportamiento del tan noble metal, sabemos que el acero
sufre un estiramiento elástico al principio muy prolongado de comportamiento
lineal. Posterior a ese momento, al seguir aumentando la tensión, comienza el
estiramiento sin retorno en un período llamado de fluencia, donde la relación
fuerza – estiramiento dibuja una especie de serrucho horizontal inaugurando la
parte de la curva, donde los estiramientos ya son superiores a la fuerza, para
llegar a la última etapa, donde a pesar de que se reduce la tensión, el
estiramiento es inevitable hasta llegar a la rotura.
La observación con la población de las moscas es la
siguiente. Un primer período de crecimiento lineal, un segundo período donde el
crecimiento se detiene y mantiene un flujo de población estable oscilante entre
valores máximos y mínimos, para luego caer a un descenso inevitable y continuo,
hasta llegar a la desaparición total de la población.”
Vemos que sin forzar demasiado y aceptando algunas variantes
puntuales, la entropía en la curva de la historia, se ha cumplido sin que nadie
haya hecho nada para evitar su cumplimiento o por lo menos, los que lo
hicieron, no han podido quebrar el impulso que la ley empujó a nuestra
sociedad. Esto que se menciona (Ley de Hooke), puede ser un instrumento muy
útil, a la hora de buscar propuestas para modificar la tendencia. Yo lo voy a
usar, cuando ponga en evidencia, el horno de revenido de esta democracia.
De todos los mencionados, el último episodio (El Proceso), es el
que por su magnitud y alcance, ha cobrado relevancia, pero hago saber, que el
tema ya venía siendo padecido y peleado, como recuerdo con el episodio de mi
madre y la militante.
Si bien el tema del deber en el siglo diecinueve, ha sido parte de
los contenidos de casi todos los hombres que han formado nuestra Patria, me
interesa evaluar por ahora, los resultados de la expansión del proyecto de la
generación del ochenta hasta su quiebre, a partir del golpe de estado de 1930.
Lo hago, porque varios autores han situado la llamada Paradoja Argentina, a
partir del quiebre, pero más de uno (los menciono adelante), se han situado un
poco antes.
Comienzo por abarcar el arco comprendido entre Sarmiento y Lugones:
Educar al Soberano pontificaba el sanjuanino en sus discusiones con
Andrés Bello, mientras mantenía su estadía forzada en Chile. Cuando me acerqué
a Hobbes que usaba la expresión Soberano en su Leviatán, quise suponer que El
gran Maestro, se había tomado de ella y creo que es así, pero quizás, con una
curiosidad singular. Sarmiento aplicaba el término Soberano al ciudadano y no
al Leviatán como lo apicaba Hobbes. Y esta diferencia, entendiendo la figura de
Sarmiento, me acerca a la cuestión de los derechos- deberes, de un modo similar,
a la sorpresa de ese niño, que descubrió que en su país, habían ganado los
malos.
El Leviatán es un monstruo. De su grandeza tienen temor los
fuertes... No hay sobre la Tierra quien se le parezca, es rey sobre todos los
soberbios. Hobbes desarrolla su trabajo en la primer revolución burguesa (con
el cuidado del concepto), que pone fin al absolutismo monárquico en el país más
evolucionado de ese tiempo. Cromwell, va a protagonizar el acontecimiento
político más trascendente, que luego de algunas trifulcas, colocará a la Gran
Bretaña en el lugar del estado más moderno de su tiempo y en la potencia más
importante hasta el inicio del siglo XX.
Nuestro modesto (no tanto) sanjuanino, no sólo abordó la sabiduría
del monstruo del Leviatán, sino que también, la de cualquier mortal capaz de
dejar su saber impreso en todo su tiempo y de los que lo dejaron atrás. El
coterráneo de Hobbes, don John Locke,
quizás le haya agregado el saldo ideológico que ubica a Sarmiento, en el sitial
del único liberal auténtico de nuestra Nación, si tomamos en cuenta el encuadre
temporal donde le tocó ser parte. Se le agrega Russeau y su Contrato Social y
el esfuerzo de los americanos, George Washington, Thomas Jefferson, James
Madison en Amérca del norte y Francisco de Miranda, Echeverría y Alberdi en el
continente del sur entre otros.
Llama Hobbes Soberano, al estado que restringe el albedrío de los
hombres en aras de evitar, que el hombre protagonice eso que teme, que es ser
el lobo de sí mismo. Cuando el inglés dice que el hombre es el lobo del hombre,
lo hace en términos genéricos, quiere decir que para el hombre, más allá de sí
mismo, es otro hombre el que es su lobo. A tal punto Hobbes, considera al
estado como un monstruo necesario, capaz de hacerse cargo de los acuerdos y
desacuerdos de quienes lo conforman, que consideraba legítimo que el ciudadano,
pueda revelarse contra él estado, cuando no se siente justamente representado (¿Se
acuerdan del león herbívoro de Perón?).
Hobbes era monárquico, como lo eran entre otros, los nuestros San
Martín y Belgrano que compartían con él, una mirada moderna de su época que
renegaba del absolutismo, pero que desconfiaba de la capacidad de gestión de
las sociedades democráticas de esos tiempos.
Sarmiento en cambio, quien había intercambiado con Lincoln un
tiempo dilatado, a tal punto que dentro de su extensa obra, se encuentra una
biografía de ese presidente norteamericano, entendía que ese soberbio Soberano,
era construido por cada uno de los ciudadanos, como él mismo se sentía parte
del Leviatán. Educar al Soberano entonces, no sólo puede leerse como una ley de
bondad para que los indios se transformasen en blancos de ojos azules
británicos, sino que también advierte, que si no educamos al Soberano, el
Leviatán será construido por esos gauchos, que lo único que tienen de humano es
su sangre. A diferencia de los de su generación y de muchos argentinos que lo
sucedieron, el hombre no ahorró cuidados a la hora de marcar los aspectos menos
agraciados de esa criatura que es el lobo de sí mismo. Criticó por igual a los
federales brutales y salvajes (ha sido uno de los pocos unitarios salvo Paz que
logró trascender), de ahí, esa mirada de la historia que luego recoge Mitre y
que ha atormentado mi alma infantil. Cuestionó y despreció por igual, a
gauchos, indios, judíos, pero además también, a la aristocracia ganadera,
incapaz de salir a producir la revolución liberal que tanto lo deslumbró en
Norteamérica, a tal punto, que terminó sus días en un exilio en Paraguay,
obligado para “cuidar su salud”.
De la lectura del Facundo, recibimos dentro de su inmensa capacidad
para el relato y del uso del idioma, la carga vital de la violencia del
contenido que relata, como aquella que emana del estilo del hombre que lo
escribe.
Como los citados Belgrano y San Martín, Sarmiento no ha sido
seguido por la gente de su época y luego, una vez muertos y sin que ellos
tuvieran la capacidad para hacer nada con eso, ese Leviatán se encargó de usar
su memoria y talento, para encorsetar la revolución que cada uno de ellos se
propuso.
Al tiempo, llegaron a nuestras costas, humanidades con el aluvión
zoológico, que ocuparon de entrada el Hotel de Inmigrantes.
El Leviatán levantado, respondía a un sector satisfecho, ese mismo
que expulsó a Sarmiento a su exilio de muerte y que logró conformar un país de
promesa y de crecimiento. La carga cultural de los que entraban, sumado al
prejuicio bien fundado de la desvalorización de los contenidos históricos de
esta tierra salvaje, recuperaron el saber sarmientino de la necesidad de educar
al Soberano, esta vez, debían hacerles saber a los recién llegados, quienes
eran los lindos y quienes los feos, cuál era el lugar del bien y cuál el del
mal.
Muchos de los que llegaban, si bien aldeanos, consideraban la
cultura como un bien a cuidar y muchos paradójicamente además, eran rubios de
ojos azules.
Ese es el momento en que Lugones entra a la cancha.
El hombre trae los valores románticos que transitaron aquellos que
construyeron la Nación. No olvidemos que quienes fueron los herederos de la
consolidación de nuestra Patria y que dirigían los destinos de ella, llevaban
conflictos de identidad, tanto por la juventud de la sociedad que estaban
cocinando, como por el disvalor del Imperio que les dio origen y del que se
habían liberado. Una cosa era ser Lincoln y otra bien diferente Mitre, una era
ser Roca y otra Custer y mucho menos era, ser hijos de aquel imperio donde
Cromwell abrió las puertas de la revolución industrial, para luego
independizarse y otro muy diferente, ser los hijos de un imperio decadente
medieval, capaz de haber llamado a su armada La Invencible, en un claro intento
de tapar con la mano, un Sol que abrasaba y que fatalmente derrotaba. Hoy
nosotros lo sabemos, pero nuestros fundadores, desconocían esa parte y ése es
el disvalor que nos llega.
Los del aluvión zoológico, junto a algunos otros que ya vivían en
esta tierra, atravesaron el Leviatán, sin que nadie pudiera impedirlo. Pero
aquellos valores románticos que ya traían de sus orígenes, rápidamente
germinaron en esos que luego, cargaron con la paradoja de la ajenidad que padecemos
hasta hoy.
Porque a esos que llegaron a estas costas, poco les importaba la
desvalorización del origen y mucho menos, la sobreactuación de un valor
romántico exagerado. Ellos, los inmigrantes, agradecieron a la Patria nueva que
les dio cobijo y en forma inmediata, cruzaron las fronteras de una sociedad,
que como un tarro de leche, venía calentándose a fuego lento, hasta hervir en
un volcán, capaz de inundar toda la cocina.
Anarquistas, comunistas y socialistas, salieron a organizar
sindicatos, la nueva sociedad cívica con la UCR se independiza del entramado
conservador del PAN y se lanzó la contienda.
El otro, ese que desafía y que irrumpe, aquel que se lleva aquello
que por tanto tiempo ha sido el coto de caza de los mejores, amenaza a los
detentores del Levaitán, como el lobo estepario que trajeron los inmigrantes
desde las tierras de origen.
Pero esta tierra, ofrece oportunidades a los recién llegados. Ellos
ya son parte de este Leviatán que se arma otra vez a chorro de tinta y de sangre.
A pesar de eso, el país crece con su modelo agroexportador y Lugones acuña el
Ser Nacional.
La mirada de Sarmiento y de Mitre, es dada vuelta y los caudillos y
el gaucho, se convierten en seres heroicos, capaces de llevar los mejores
valores de la humanidad. Martín Fierro y Cruz, son levantados en el máximo
estandarte, lo mismo ocurre con Dorrego, pero la historia con Rosas sigue
compleja y se transforma en el único eje de la disputa
El Ser Nacional, es una especie de gaucho fino como un inglés, que
admira los valores de lo español y que por supuesto, sabe hablar francés.
Esa imagen idealizada del Ser Nacional, que desprecia todo aquello
que viene de afuera, cala hondo en el imaginario colectivo. Ya no es la
expectativa desde un espejo inverso al de la bruja de Blanca Nieves. Para esa
aristocracia que se siente representada, esa imagen se acuña entre los
inmigrantes, que se reconocen distantes pero deseosos de obtener ese lugar. A
diferencia del terruño de sus orígenes, donde la propiedad de los príncipes y
de las princesas, era parte de los cuentos infantiles, la ilusión de la
movilidad social en este espacio nuevo, propone que el cuento, pueda
transformarse en realidad. La conjura de Sarmiento ahora estaba jugando su
venganza.
Cada mañana, en los patios de las escuelas de los guardapolvos
blancos sarmientinos, esos que igualan y que tapan los despojos de la
injusticia, como la leche tibia, se cargaba día a día, ese Ser Nacional
lugoneano, que por paradoja, era recibido hasta en los más enconados enemigos
de esas imágenes y se hacía, cada vez que se izaba o se arriaba la bandera de
La Patria. Los hijos de los inmigrantes, rápidamente despreciaron sus orígenes,
adhiriendo al culto del Ser Nacional.
Recordemos a Cortázar en Un Tal Lucas, con su juego de patriotismo
y patiotismo.
Podemos ver la ironía con que juega el autor, para resaltar ese
lugar donde las glicinas tienen ese perfume tan especial, o donde el bife de
chorizo es el mejor, o donde las minas son las más lindas. ¿Al final decime?
¿En dónde viste los mejores cinturones de cocodrilo?
Esta mezcla entre lo competitivo y el afecto anecdótico, es lo que
cala hondo en los valores románticos donde El Ser Nacional se hizo cargo.
La paradoja sobre la ajenidad de esa imagen, nos la muestra en toda
su magnitud, la expresión
Yo Argentino
Donde el que la emite,
asegura no ser responsable de aquello de lo que se está mencionando.
La otra, es cuando un ciudadano argentino menciona a su país como:
Este País
A diferencia de los hijos de la patria de Lincoln, que se sienten
orgullosos porque pagan los impuestos, los hijos de su amigo Sarmiento, se
sienten imbéciles por hacer lo mismo.
La paradoja entre la apología de lo nuestro y su disvalor, hace que
este Leviatán, pague los precios y que sus ciudadanos, lejos de hacerse cargo
de lo que les compete, salgan a colocarse en el lugar de la queja.
Volvamos a Lugones y a su carga romántica:
Traigo dos figuras que han trabajado la paradoja argentina y su
particular bisagra en el llamado Proceso de Reorganización Nacional. Los dos,
desde miradas distintas, comienzan su trabajo con el pensamiento lugoneano,
tanto en el inicio de las dictaduras argentinas (el Poder Militar y Sociedad
política en la Argentina Alain Rouquié, emecé editores 1981), donde el autor
relata que Lugones, se compromete ya no sólo con su obra, sino con su
presencia, en el soporte ideológico a la irrupción de la interrupción de la
democracia.
En Soldados de Perón, (Gillespie, Editorial Grijalbo 1987) el autor,
luego de una breve descripción histórica, toma como primer tema en la página
27, la Evolución del Nacionalismo Argentino y lo asocia, con los orígenes del
movimiento guerrillero que luego trasciende, al conformar la base nacionalista
del peronismo. Pero destaca el modo en que el nacionalismo propone, la base
ideológica y emocional, para el compromiso con los principios románticos que
tienen su origen, en los primeros revisionistas.
Es curioso además, que aquellos que se dedicaron a combatir a los guerrilleros,
adherían a las mismas bases del nacionalismo argentino, sólo que conformaban
otra parte del pensamiento, que ni siquiera estaba enmarcado, en la situación
de la bipolaridad de la tensión mundial que estaba vigente, a pesar de que esa
base formal ideológica, ha sido la principal excusa del conflicto. Volvemos de
algún modo, a la ecuación de la división entre unitarios y federales.
En su novela No Habrá más penas ni Olvidos, el escritor Osvaldo
Soriano, nos relata esa época previa al golpe que lleva al Proceso al poder,
donde las fracciones peronistas, se matan entre sí, al grito de ¡Viva Perón!
Vemos que esta vez, la imagen idealizada de La Patria, ha quedado
identificada en el General Perón.
Esta mirada, será ampliada luego, con el concepto de la
introyección del yo.
Vemos como el pensamiento y la imagen de un líder una vez muerto y
en este caso, sin siquiera haber esperado a su deceso, es manipulada, para
llevar adelante una propuesta propia desde la mística ilusoria, como antes se
hizo con la figura de San Martín.
No pretendo encontrar explicación a los monstruosos actos que
coterráneaneos, es decir, compañeros en la construcción del Soberano Leviatán,
se largaron a realizar sobre otras personas, coterráneas o no en nuestra tierra.
El poder militar que ha arrasado el sistema político, ha cruzado todos los
territorios del pudor que hasta ese momento mal o bien habían sido cuidados.
Desde pequeño, me ha atrapado esa conducta atroz de lo que somos capaces las
personas, cuando cierta necesidad gregaria nos condiciona. Con apenas siete u ocho años, me ví obligado
a asistir a las proyecciones de los films, que prolijamente las tropas del Tercer
Reich, obsesivamente se dedicaron a realizar en los campos de concentración y
en el Gueto de Varsovia. Quienes con criterio pedagógico cuestionable, se
encargaron de hacerlo, necesitaban reforzar en el corazón de sus niños, las advertencias
de aquello que había ocurrido en apenas unas décadas atrás y que en nuestra
Patria, se amenazaba con los grupos nacionalistas como Tacuara y en casos como
el del secuestro y asesinato de Norma Penjerek.
Haber sido parte de esa masa de seres atrapados en el episodio más
oscuro de nuestra historia, no me enorgullece, mas por el contrario, alimenta
esa imagen incompleta de identificación con lo propio que estoy elaborando.
El nacionalismo, como fenómeno de transformación posterior a los
movimientos románticos alemanes, que encendieron luego, la chispa en Sarajevo,
para el primer conflicto bélico europeo del siglo XX, siguieron en su derrotero
en la entreguerra, hasta llegar a su desarrollo máximo en los albores de la
segunda Guerra Mundial en el citado Tercer Reich, pero también lo hicieron, en
Italia, Japón y demás países, que luego formaron parte del conflicto, incluso
entre los que triunfaron. Recordemos entre otros, la apología a la
identificación de los rusos en la gran guerra por la Madre Patria, lo mismo con
los franceses, ingleses y norteamericanos.
Pretendo introducir esta imagen incompleta del Ser Nacional de la
introyección del yo y en el efecto ilusorio que propone Freud (Psicología de
las masas y análisis del yo Obras completas Editorial Biblioteca Nueva Madrid
M. 24. 125- 1973 (1).,) y aquí va:
Trayendo a Le Bon dice:
“ la multitud es tan
autoritaria como intolerable…Respeta la fuerza y no ve en la bondad sino una
especie debilidad, que le impresiona muy poco. Lo que la multitud exige de sus
héroes es la fuerza e incluso la violencia. Quiere ser dominada, subyugada y
temer a su amo… Las multitudes abrigan, en el fondo, irreductibles instintos
conservadores y como todos los primitivos, un respeto fetichista a las
tradiciones…..” (pag 2569)
Para aclarar esa ilusión que propone la introyección del yo en esa
idealización y su relación libidinosa Freud dice:
“Recuérdese la multitud de
muchachas románticamente enamoradas de un cantante o de un pianista y que se
agolpan en torno de él a la terminación de un concierto. Cada una de ellas
podría experimentar justificadísimos celos de las demás; pero dado su número y
la imposibilidad consiguiente de acaparar por completo al hombre, obran como
una multitud solidaria, ofrecen su homenaje común al ídolo e incluso se
consideran dichosas si pudieran entre todas, distribuirse los bucles de su
rizosa melena” (pag 2595)
Esa imagen de lo nacional, que acaparó el interés en todo el
espectro político durante todo el siglo veinte y que tiene como cierre trágico,
el llamado Proceso, carga con la paradoja de la falla de identidad, a la que
han adherido generaciones enteras posteriores al suicidio de Lugones.
El corrillo popular es instructivo a esta cuestión:
El chiste a los porteños que por extensión llevamos todos los
argentinos, es aclaratorio.
¿Argentino? ¿Ese italiano que
habla español y que se cree inglés?
Y los otros:
Comprá un argentino por lo
que vale y vendelo por lo que cree que vale.
Un argentino es genial, dos
mas o menos y tres, una calamidad.
Quiero aprovechar antes de terminar con Leopoldo Lugones, para
transcribir la parábola de esa familia, que incluyo en mi novela A Campo Traviesa en su capítulo
Hamelin. (Editorial Nuevo Hacer 2013).
“ Nota breve que relata la
vida de Piri Lugones, mujer de Walsh por diez años, editora y escritora
desaparecida también, el comentario de una curiosidad familiar: la nieta del
poeta patriótico Leopoldo, hija del comisario Polo que implementó el uso de la
picana eléctrica en la década infame, es secuestrada por las fuerzas de la
Patria que tanto ensalzó el abuelo y torturada con la máquina que desarrolló su
padre.”
El derrotero de estas líneas, apunta a la misión que desde la
política, deben enfrentarse aquellos que asumen el desafío del compromiso
explícito de lo público. Aún desde los espacios menos visibles, llevan el deber
de la reserva de lo emergente y son la parte protagónica de la ilusión
proyectiva, que estimula a la formación del Leviatán. Esto quiere decir que son
tanto el San Jorge como el Dragón alternativamente o su representación. Vemos
que en ejemplo del cantante y las chicas, ellas no temblarían en dejar calvo al
emergente ilusorio, si a cambio, se quedan con algo de sus bucles. El emergente
es un mito enmarcado en la ilusión que cada una de ellas construye. El sustrato
del mito, es tan diferente, como cada persona lo es, sólo que su contorno se
comparte. Es por eso, que cuando el mito ilusorio, no está a la altura de
sostener esa ilusión, el contrato se termina y la horda carga con él, tal como
Le Bon y Freud nos anticipan del final de Mussolini.
Cuanto más represor es el Soberano, menos libertades tienen los
individuos y más estática es esa sociedad.
“ Acá hace falta alguien con
mano firme para resolver tanto desorden”
Quienes determinan esa sentencia, si nosotros no la compartimos,
son también parte nuestra, ellos son los que nos referencian en nuestra
ontología desde la alteridad. Yo existo en tanto que vos también, el desafío es
crear lo necesario para evitar que uno de los dos, se transforme en lobo.
La experiencia del Proceso, la derrota de Malvinas, el juicio a las
juntas, las rebeliones de carapintadas con sus correlatos de desgaste (del General
Alais a la derrota de Seineldín), la difícil tarea de sostener la posición de
la civilidad frente al poder militar de los últimos gobiernos, nos ha dejado,
con un país sin capacidad de defensa y con unas fuerzas armadas y de seguridad
degradadas, con poca posibilidad de recomposición y con una demanda desde
ellos, que obliga a los civiles, a pagar los precios con olvidos o reparaciones
de dudosa posibilidad. Otra vez los gobiernos civiles atrapados en la trampa de
la amenaza, no tanto de golpe de estado ahora, sino de indefensión.
El período de esta democracia y en particular, la de los dos
primeros mandatos, tanto el del Dr. Alfonsín como el del Dr. Menem, permitió
que la ciudadanía adquiriera un espacio de politización que nunca tuvimos a
pesar del evidente desgaste. Se atravesaron diversos momentos que vistos desde
ahora, se asemejan a escenas de profunda teatralidad, necesaria quizás, para digerir
tamaña tragedia. Los períodos posteriores a esos dos primeros presidentes,
fueron los imprescindibles para bajar a tierra semejante frustración, colocando
este tema junto a otros, en una dimensión algo más terrenal como para poder
hacernos cargo.
El Dr. Menen con su pizza con champagne, se encargó personalmente
de enterrar al Ser Nacional lugoneano que ya venía bastante maltrecho, luego de
la derrota de Malvinas y del gobierno radical del Dr. Alfonsín.
Muerto y enterrado el Tótem, corremos el riesgo de volver sobre
nuestras picardías y encorsetarlo en un estilo de melancolía clásica nacional,
cargada por la pérdida de aquel muñeco ilusorio. De ser así, otra vez se corre
el riesgo, de que aquellos valores románticos afloren, del mismo modo que
ocurrió con Alemania, luego de la experiencia del Weimar.
La situación con el matrimonio Kirchner no ha sido menor. La
anulación de indultos, obediencia debida y la escena del cuadro, ubicó a la
ciudadanía en un lugar de poder inédito, de acuerdo al modelo de la
representación del poder del General Perón de los vasos comunicantes.
Pero esa situación, nos ha ubicado en una nueva trampa. Otra vez la
alteridad nos obliga a buscar el modo de que el otro nos referencie. El agua
subió por encima del nivel de las ginetas y nos ha dejado inundados sin saber cómo
desaguar.
Podemos aventurar al menos, que un país sin unas Fuerzas Armadas
potentes, alineadas con las necesidades de la población y sin el respeto que se
merece aquél que es capaz de ofrecer su vida por su Patria, por lo menos es un
tema a trabajar.
Sin premura pero sin pausa, la sociedad necesita encontrar, el
camino de las respuestas a estas preguntas de Moevius que se cargan en esta
etapa democrática.
La Inseguridad,
eufemismo que esconde al Delito, es
responsabilidad del estado que en estas circunstancias, es poco probable que
cuente con los recursos para revertirlo. Por un lado está la fiesta de las
cuatro por cuatro y los countrys y por el otro, una marginación creciente que
no tiene posibilidad alguna, de obtener una tarjeta de cartón para colocar en
la ranura, salvo que el tablero se patee o se ingrese a las huestes del delito.
El nuevo vector que estimula aquello que Le Bon nos relata de la
horda, está poniendo sus huevos, esos de la serpiente que Bergman bien que nos
lo ha mostrado. Otra vez, a fuego lento, una mirada para el costado de aquello
que nos pasó en el peor momento de nuestra historia, va creando las bases de
este Leviatán, que puede otra vez, mostrar sus dientes menos queridos.
El desafío será quizás, buscar los senderos con capacidad para
lamer las heridas, a sabiendas que las cicatrices quedarán y que no nos tiene
que enorgullecer llevarlas, pero tampoco debemos avergonzarnos de hacerlo.
Y otra vez volvemos a las moscas, al acero y a Hooke.
Todo este período de democracia desde los finales de 1983, operan
como un inmenso horno de revenido del acero sometido a las fuerzas que lo
templan.
La similitud con el acero ya ha sido usada por Bush en el atentado
de la Torres Gemelas, cuando dijo que su pueblo es resiliente y voy a usar esa
simulación, para buscar los senderos dentro de esta confusión.
El acero, cuando se lo somete a un esfuerzo de deformación de su
grano, ya sea por un cambio forzado de temperatura (temple) ó por deformación mecánica
(laminacíon), aumenta su capacidad de trabajo. Ese grano deformado, se quiebra
en algún sitio y forma una estructura que se llama macla, que le otorga
tenacidad. Sin embargo, el material queda en un estado de fragilidad que lo
torna quebradizo, duro y frágil como un diamante.
En algunos casos, no es preciso realizar un tratamiento posterior
como en los laminados en frío, pero en el temple, es obligatorio llevarlo
nuevamente a un horno, para quitarle esa fragilidad. Ese proceso se llama
revenido y se usa para que el acero, recupere su capacidad para recibir
impacto. ¿Qué se le hace al acero en estos casos? Se le hace caricias, se lo
cuida, se le reconoce lo duro que ha sido ese trajín del temple y se lo
acondiciona, como lo hace una madre con su bebé, todo el tiempo posterior al
trauma del parto.
La resiliencia es la capacidad para recibir impactos y hay mucho
para hablar sobre eso y si quieren, otra vez los invito a Te Ganarás el Pan
donde lo explico, pero sólo puedo decir, que se ha demostrado que los humanos,
tenemos la mayor resiliencia a la edad en que somos bebés. Los cataclismos lo
han demostrado.
Algunos suponemos que nuestra actual democracia sigue a los tumbos.
Algunas veces se pega un porrazo, pero hasta ahora, no se ha lastimado como
sabemos que puede pasarle. El trabajo que se propone, es que la entropía pueda
revertirse, como ocurre en los ciclos de trabajo para que un automóvil
funcione. (En los ciclos de combustión interna, la entropía es negativa más de
una vez)
La tarea entonces es detectar la ley, para evitar que la entropía
llegue a su situación máxima. Como invitación en esta primera parte, empiezo
colocando algunos ladrillos refractarios
en este horno de revenido de tantas sangres mezcladas.
Qué lejos está mi tierra
Y, sin embargo, qué cerca
o es que existe un territorio
donde las sangres se mezclan.
Tanta distancia y camino,
tan diferentes banderas
y la pobreza es la misma
los mismos hombres esperan.
Daniel Viglietti
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