domingo, 14 de septiembre de 2014

Introducción




Al término del cumpleaños número 72 de Albert Einstein, el fotógrafo Arthur Sasse, quiso retratarlo con una gran sonrisa. En cambio, el genio se decidió por sacar la lengua y el resultado es la foto que inicia este trabajo.
No es la primera vez que esta imagen se me presenta, me resulta espléndida entre otras posibilidades, para quitar la solemnidad a ciertos absolutos, que suelen ser difíciles de digerir, como ocurre en este caso.
Casi un año después de haber subido a la web las palabras que siguen, consideré oportuno hacerles alguna publicidad y consideré que les estaba faltando algo.
Quizás, alguno de los lectores adentrados en el alma humana, pueda ofrecer alguna explicación a esta asociación. En lo que a mi respecta, supongo que las últimas frases de ¿Qué hiciste en la guerra papi? me lo sugieren.

Cuando me invitaron a trabajar sobre contenidos políticos de derechos humanos, no pude evitar que una imagen se apoderara de mis sentidos cada vez que lo intentaba abordar, pero supuse que sería transitoria y que luego la desecharía.
El tema de los derechos humanos en nuestro país, es lo suficientemente complejo, a poco menos de una generación de la última de las dictaduras, como para que una cuestión personal lo prologue, ya que luego, (las cuestiones personales), suelen entrampar los conceptos y se hace difícil sostenerlos luego en un trabajo de esta índole.
Sin embargo, la imagen seguía presente, aún cuando comencé con la parábola, que la cuestión de los derechos de las personas atravesó en estos últimos treinta años, desde la apertura democrática con los juicios a las juntas militares y el Nunca Más, hasta la situación de hoy, donde por motivos diversos, el tema ha quedado opacado en el mejor de los casos y ofrece un panorama de hartazgo doliente, a pesar del esfuerzo de las instituciones, los museos, las expresiones artísticas, los homenajes y la liturgia de los compromisos de las recordaciones.
Por lo tanto, entendí que debía hacerme cargo de la imagen de aquel intercambio de miradas, para luego, desenrollar el ovillo que me permita la trama de este telar de la memoria.
Este relato lo anticipé en mi blog, con el título La inocencia de mamá, de modo que quienes ya lo han leído, pueden pasar algunos renglones.


Dos mujeres se miran luego de un breve diálogo. Las dos se conocen desde hace casi diez años, con la cotidianeidad escasa que otorga la semiclandestinidad. Lo que saben de cada una, no supera apenas un mero nombre falso (en una de ellas) y un intercambio de historias que las dos, suponen oscuras.
La del nombre e historias verdaderas es mi madre, la otra, es una militante de la Liga de los Derechos del Hombre.
La época de la escena, debe haber sido poco antes del mundial de fútbol de 1978. Mi hermano y yo, como tantos jóvenes de esa generación, habíamos estado comprometidos con algunos de los movimientos políticos desde los finales de los años 60 y si bien, hacía tiempo que nos habíamos alejado (poco antes del inicio de la dictadura), las noticias sobre las detenciones sin derechos de algunos amigos y parientes, que hasta hacía poco era común verlos en nuestra mesa, era un hecho habitual. Como todos sabemos, nadie tenía noticias del destino que corrían y las sospechas estrujaban nuestros corazones.
Las dos mujeres cargaban sobre sus hombros, una historia de arbitrariedad y de despojo. Siglos de inquisición que soportaron sus antepasados, pogroms en el país de donde venían  y una amenaza nazi de su infancia en una América brutal, hacían que la inautenticidad del derecho de las dos, lo sostuvieran como su condición estable de vida.
La militante no quería admitir la confesión de esa mujer (mi madre) y al principio, luego de la primera sorpresa, se lanzó a discutir. La militante era una cobradora de un movimiento que nació para defender los derechos de la humanidad, en una instalada semidictadura de las tantas de ese país brutal americano en que les tocó caer. Hablo de la llamada década infame en nuestro país, a partir del derrocamiento del Dr. Yrigoyen.
Sin embargo, la militante que debía contar con un lustro más que mi madre, la que mediaba la superación del medio siglo, en algún lugar, entendía la decisión de la otra. El cruce de los ojos de las dos, fue lo suficientemente completo como para abarcar tanto sufrimiento.
Mi madre, luego de casi una década de aportar algún dinero a la institución defensora de los derechos del hombre, le pidió a su visitante, que no regresara más y le explicó, con todo el pudor que llevaba encima pero con la decisión de una leona, que la presencia de esa visitadora en nuestra casa, para los tiempos que corrían, representaba una amenaza que nadie podía negar, a pesar de que adhería más que nunca con su trabajo. Pero ella, mi madre, no quería que la presencia de esa cobradora, comprometiera su hogar y sobre todo, la seguridad de sus hijos, que ya cargaban con un pasado político de los movimientos populares argentinos, a los que se le agregaba, su condición de jóvenes, estudiantes y si no fuera suficiente además, judíos.
La cobradora militante, con años de visitas a cárceles y prisiones de todo tipo, ya sea por ella misma, como también por hijos u hombres que le haya tocado en suerte, le regaló a mi madre, su mejor cara de desprecio por un tiempo que debo creer, que para mi pobre madre, habrá sido la eternidad de su ser adulta. Luego el brillo de esos ojos, destelló una emoción de esas, que por lo menos yo, no tengo el oficio suficiente para describir. Hoy, que tengo la edad de esas mujeres o quizás más, agradezco a la vida el no estar obligado a pasar por escena semejante y éste, quizás sea el motivo más importante, que me haya empujado luego tanto escepticismo, a retornar el abordaje del campo de la política.
Porque esa judía militante, posiblemente del Partido Comunista, abrocada en el stalinismo de la fortaleza de su coraza, con esa mirada, me regaló una sabiduría que llevo hasta hoy y que como tanto, agradezco a todos aquellos que fueron parte de cada gesto, que amasó al hombre que decide hoy, atravesar estas líneas. Mi madre con su valentía, se hizo cargo de su miedo y de su vergüenza, por cargar la cobardía necesaria para salvar aquello que más valía en su vida. La cobradora en su reproche, cambió su mirada y en un silencio que para todos fue de un inmenso dolor y derrota, se levantó de la mesa y casi doblada, abandonó mi casa, para que nunca más volviéramos a verla. Pero yo entendí que ella entendió y casi puedo asegurar que mi madre, no ha podido hacerse cargo de lo mismo y esos ojos de esa mujer comprometida, es posible que hayan quedado atravesados en los suyos para siempre.
Este episodio, es uno de los tantos de una relación del tipo sometedor / sometido, que proponen los sistemas que se alejan de la democracia republicana y aún en ella, a veces solemos detectar ciertos comportamientos que nos hace suponer, que no es suficiente un sistema para contener cierta espontaneidad de las sociedades en su composición gregaria, tanto es así, que solemos caer en el lugar del sometedor algunas veces, que tejemos los pliegues que dan sentido, a ser parte de eso que llamamos, La Condición Humana.

Recordando a León Gieco  con su himno en el que le pide al creador que la guerra no le sea indiferente:
“ es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la inocencia de la gente”

Desde este punto de vista, es la inocencia la que es ultrajada, tanto para el caso del que reviste de sometido, como para el que somete.
Escribir sobre Derechos Humanos a treinta años del retorno de la democracia, pretende hacerse cargo del arco de la historia que le tocó a nuestra nación y en particular, a la generación de la cual soy parte, con más de sesenta años de dictadura, ya sea con las botas en el poder o por portación de amenaza condicionada en los gobiernos democráticos, incluso en los dos primeros de esta nueva etapa.
La situación del mundo actual, alejado de una guerra sorda bipolar, que construyó las bases de los sistemas de opresión en el mundo del siglo veinte, no garantiza que los derechos humanos sean respetados, pero sí, la ausencia de la violencia implícita de esa tensión, permite que el tema, pueda ser abordado desde espacios, donde la urgencia no lo ocupe todo.
Y esto, para quien ha vivido ese mundo bipolar y que ha nacido en democracia, pero que ha vivido en dictaduras la primera mitad de su vida, representa un valor inmenso, que merece tenerlo en cuenta. Esto pretende decir que, si bien para estos días, los derechos del hombre en nuestro entorno, están lejos de ser respetados en su total integridad, teniendo presente los abusos al poder, la marginación, la esclavitud y las leyes no escritas, la diferencia con esos tiempos, merece ser evaluada y por lo tanto, invito a continuar con el debate de aquel pasado doloroso, asumiendo la vergüenza de nuestras pequeñeces, como ha ocurrido con mi madre esa tarde, en el comedor de la casa de mi infancia.

Es muy probable que no nos pongamos de acuerdo. Ese es el desafío de una sociedad en democracia.

Pero aunque sea un camino con rumbo incierto, la búsqueda de la verdad, nos transforma en constructores de caminos, como alquimistas del destino.

El camino del infierno está sembrado de buenas intenciones.

Cuando pequeño, mientras promediaba la escuela primaria, me encontré con una revelación que me cargó de desazón y de angustia. No era la primera vez que me ocurría algo parecido, pero sin que la novedad me asaltase, la situación se me hizo sino intolerante, por lo menos incómoda. Había descubierto que en el país en que había nacido y que tanto mis padres como maestros me impulsaban a amar tanto como a ellos y a mi propia vida, habían ganado los malos.
Nos es poco para quien en sus lecturas y enseñanzas, va formando su escala de valores sobre lo que es el bien y lo que es el mal y si bien, a esa altura, ya sospechaba que el bien no siempre triunfa, jamás supuse tamaña derrota en la historia de mi país.
Había aprendido que en la formación de mi país en el siglo diecinueve, en pocos años, dos bandos bien diferenciados, salieron a competir por el destino de su patria y lo hicieron en los campos de las ideas y de las batallas. Corrió tinta y también sangre entre esos argentinos, hasta que en un tiempo poco preciso, la Nación se consolidó en eso que tanto disfrutábamos.
En un bando estaban los unitarios, cultos y refinados y en el otro, los federales, salvajes, brutales y asesinos. Cuando se reveló la palabra federal, en el modo de organización que mi país había decidido, un remolino atravesó por el alma infantil de ese tierno estudiante.
Mi curiosidad ha sido más insistente que mi pudor, por lo que salí a preguntar a las maestras tamaña contradicción y poco resultado conseguí. Mi padre, con su simple sabiduría, me hizo saber que la historia que leemos, está cargada con la parcialidad de quien la escribe.
No consideré seriamente sus palabras hasta que años más tarde, llegaron a mis manos las conjeturas de los llamados revisionistas, esos que aseguraban todo lo contrario de aquello que se mencionaba en los libros de mi niñez. Para aquella época, ya estaba considerando la sabiduría de mi padre y arrancaron mis sospechas, sobre las verdades con las que uno se tropieza en cada esquina.

Este preámbulo viene a cuento, de que estas líneas, tal como mi padre me hizo ver, están cargadas con la parcialidad de quien las escribe, de modo que quien avisa, no traiciona.
Lo primero que surge es preguntarse, para qué seguir insistiendo en un tema que no trae más que dolor y que estimula a nuevas divisiones entre los argentinos que más que revolver en el dolor, necesitamos olvidar las tragedias del pasado para construir esta nación para nosotros y para nuestra descendencia.
¿Cuál es la necesidad de transitar en un regodeo atroz, aquello que todos sabemos que sólo el tiempo cura? ¿Acaso no tenemos urgencias importantes para resolver que andar levantando nuestros muertos?
 ¿No es mejor trabajar para la vida que para la muerte?
Si, quizás sea que sí, pero si bien esas son preguntas necesarias, es posible que no sean suficientes.
Desde los inicios de esta etapa democrática, sospeché que la expresión Nunca Más, no era otra que una bella expresión de deseos y que para que algunas expresiones sean cumplidas, es necesario arremangarse un poco. Siempre y nunca como tantas, son palabras con alguna encrucijada.
Por otra parte, el camino hay que transitarlo de todas maneras, aún en el caso de que nos lleve a finales sin salida. Si no se sale, nunca se puede adivinar el destino.
Así que como cuando Colón zarpó del Puerto de Palos, acá salgo a un puerto incierto, en la búsqueda de encontrarme con algunos cuantos indios.
He citado a mi padre y a su extraño modo de entregarnos su saber. Él jamás ha elaborado teoría alguna, en una sociedad donde cada uno, discute hasta por el seleccionado de fútbol que mejor nos representaría, jamás se habrá escuchado palabra suya alguna en las discusiones de política en la mesa que él, con su trabajo, cada día sostenía. Tampoco abordaba a los autores de política y de literatura clásica, pero sí era un gran lector de ciencia ficción. Pasión que mi hermano y yo, recibimos de él entre otras cosas.
( ver Lecciones de política en mi Blog
No puedo citar el título del cuento ni su autor, pero trataré de resumirlo para avanzar en esta condición suficiente que justifica este trabajo.
En el relato citado, un inventor, (suele haber inventores o científicos en los cuentos de ciencia ficción) se encuentra con una sorpresa. Fabricó un arco, que por accidente, descubre que lo que pasa por él, desaparece sin dejar huella. Como no tiene idea de lo que ocurre tanto con el arco, como con los objetos que lo atraviesan, teme hacerlo conocer al resto de sus vecinos. Pero la influencia de su esposa, lo convence y todo el pueblo, se encuentra con semejante novedad. El inventor y su invento, se transformaron en un santiamén, en los héroes del pueblo. El intendente lo premió en un acto donde toda la sociedad lo agasajó. De un día para el otro, todo aquello que hastiaba, era pasado por el arco y por arte de magia, desaparecía. Era suficiente entonces, que el arco transitara por las calles, para tragarse todo tipo de basura, animales molestos y adversarios de toda cuantía.
Sin embargo, el inventor seguía inquieto. Desconocía el rumbo de todo aquello que pasaba por el arco y semejante inquietud no era vana.
Una mañana, un hedor pesado se hizo sentir en el pueblo. El tufo aumentaba y nadie sabía por dónde venía y el inventor, supuso que sus temores ahora iban a dar sus explicaciones.
A las pocas horas, apenas si se podía estar en las calles y pronto, el asfalto y las veredas se quebraron y dejaron ver primero, algunos restos de comida y luego, una explosión de basura y otros objetos creció, hasta llegar al nivel de las ventanas y en poco tiempo, la montaña superó los techos más altos.
Este relato que insisto, no puedo citar ni su título ni su autor, habrá sido realizado entre mediados de los años cincuenta hasta principios de los sesenta, dada la edad en que recuerdo haberlo tenido entre mis manos, sumado a los tiempos necesarios para ediciones posteriores, traducciones y los etcéteras que se hacen imprescindibles. La temática de la ecología, estaba lejos de ser considerada, aún en los ámbitos académicos de esa época, de modo que no es la influencia de ese tema lo que me instaló en la memoria el cuento, ni tampoco creo suponer, que haya influido en el autor. Lo curioso es que ahora lo traigo, cuando asocio eso de evitar guardar la mugre debajo de la alfombra, pero hay algo más.
El tema de los derechos humanos suele ser visto en nuestros ámbitos, como el lugar donde se da cita, el respeto que la sociedad debe guardar por los ciudadanos, tanto sea para la vida, la educación, la salud, la vivienda, y los etc., pero poco se habla sobre los deberes que ambos protagonistas se exigen a intercambiar, para dar cumplimiento a estas premisas.
Cuando trabajo con las organizaciones empresarias, con lo primero que me topo, sea porque aflora o porque ex profeso lo busco, es con el tacho de basura. Sí, con ese espacio sumidero donde la conflictiva descarga la acción del hacer. Es posible que un sector o persona, se haga cargo de recibir los desechos de la comunicación, de la rentabilidad y con cualquier circunstancia, carga como una cruz, con la carga de la culpa. Suele ocurrir entonces, que me encuentro con el hambre, pero también con las ganas de comer y es curioso que, cuando las primeras acciones fortalecen ese sector o personas, los desechos, rápido salen a buscar otro espacio desprevenido para descargarse.
En Te Ganarás el Pan, analizo los temas del trabajo y esto específicamente se encuentra en ¿La entropía es la estropía?
En él, traigo a Sadi Carnot y a su segundo principio de la termodinámica que dice, que para que exista trabajo, es preciso contar con una fuente caliente que otorge la energía y un sumidero, que se encargue de recibir los restos.
Es común ahora usar la palabra entropía para mencionar los desgastes en los sistemas o en los equipos humanos, sin comprender, que ese uso es poco inocente. Entropía desde la mirada termodinámica, es el cumplimiento de la ley en aquellos procesos que estamos observando desde el marco en que lo hacemos. Un desgaste en estos casos, obedece al cumplimiento de la ley siempre y cuando, no se haga nada para revertirlo.
Invito entonces, a echar una mirada al sumidero de los derechos humanos en nuestro país.
Si la fuente son los derechos humanos, admito como primera hipótesis (es la única que tengo) que el tratamiento del sumidero podría estar en los deberes. Ambas acciones existen una si la otra, en conceptos biunívocos. El derecho de uno, sin la disponibilidad a una renuncia que asume su deber un otro, no es posible.
Propongo analizar los antecedentes de ese estado de derecho, atento a que habitualmente el sumidero está ubicado en el otro desde el concepto de alteridad.
El otro, en estos casos, se hace cargo desde el imaginario de uno, de aquello que no se está cumpliendo. Pongamos una lupa en este desecho que encontramos.
El abuso al derecho individual, es común encontrarlo en toda la superficie de la Tierra y en toda la historia. Los chinos son famosos por sus torturas, la imagen del hijo de Dios nos recuerda, el modo en que los romanos sabían tratar a quienes querían someter. Kurtz encarna en El Corazón de la Tinieblas de Conrad, la cara humana del horror y nos cuenta de paso, el modo elegante en que los belgas, trataron a los africanos en la explotación del marfil. Luego Coppola, va a producir uno de los acontecimientos cinematográficos más trascendentes de mis registros en Apocalipsis Now y usa nuevamente a Kurtz en la piel de Marlon Brando, esta vez en Vietnam y de paso, nos relata las delicadezas del ejército norteamericano. Los finos franceses, están muy bien representados en su paso por La Batalla de Argelia, pero recordemos que los vietnamitas, ya se habían curado con la medicina gala cuando todavía eran indochinos. Los turcos se lucieron con los armenios y podemos seguir citando varias páginas seguidas.
Stálin en Rusia, Mussolini en Italia, Hitler en Alemania, Franco en España, como tantos, se vistieron con la piel de Kurtz luego de que Conrad escribiera sus líneas y esta vez, no era ficción. Ellos se encargaron de contarnos en la realidad, el modo en que las sociedades son capaces de abusar, aún en aquel grupo humano de avanzada, que había llegado al nivel de cultura, de entregarnos el Bauhause, a Kant, a Eines y a Hegel.
De modo, que no debemos horrorizamos por la encarnación de nuestros Kurtz en nuestros hermanos coterranáeos o quizás, tal como cita Coppola, en nosotros mismos. The horror protagonizado por Brando y Smell of Victory por Robert Duval, son la muestra cabal de esas conductas de las que hablo y que invito a hacernos cargo.
 Separando las botellas de plástico de la yerba de ayer y reciclando, quizás podamos encontrar el camino de la justicia en lugares tan comprometidos, como la esclavitud de jóvenes y no sólo en el trabajo sexual, la marginación creciente y su correlato con el delito organizado y con la connivencia de un estado encargado de evitarlo. Azorados asistimos además, a la santificación de delincuentes traficantes por poblaciones carentes, que encuentran en ellos, la ausencia de un estado, que no puede integrar a quienes quedan fuera del marco.

Comencemos con el deber y con el resultado de ese concepto en nuestra sociedad.
Si observamos los cumplimientos a ciertas normas de convivencia, encontramos alguna fragilidad espontánea en la adhesión a la ley. El tránsito es caótico si se lo compara con muchos países incluso cercanos al nuestro. Las obligaciones impositivas para con el estado y alguna aceptación de complicidad con la corrupción desde varias generaciones atrás, se observan tanto con los funcionarios del estado, como en la actividad privada. Aún me asombra, cuando en alguna serie extranjera o film o novela, un personaje le refrenda a las autoridades sus derechos y lo primero que argumenta, es que paga sus impuestos. Está diciendo que él como ciudadano, cumple su parte del contrato.
Y esta situación no es novedosa, lo era en los EEUU de los años cercanos a la Segunda Guerra mundial, donde tanto Hamett (El Halcón Maltés por ejemplo) como Chandler (El sueño eterno por ejemplo), nos mostraban una sociedad corrompida hasta los dientes y una policía operativa con la mafia. “El delito es la otra cara de la lucha por el dólar” (R. Chandler). Sin embargo, desde el imaginario colectivo, la sociedad en su conjunto, no adhería a esos modelos a pesar de que conocía su existencia y sin ser parte los denunciaba, en un concepto reglado de religiosidad laica. (Broderick Crawford en el final de Patrulla de Caminos con su sentencia “el crimen no paga”).
La historia de nuestro país no ha sido distinta de las de otros. Un juego de tironeo de poderes fue forjando la Patria hasta los albores del siglo veinte. Una vez consolidado el sistema político, el tironeo no aflojó y el abuso a los derechos elementales ha sido moneda corriente.
Les propongo la siguiente lista para armar una curva cartesiana, donde en abscisas (eje horizontal) tenemos la línea de tiempo y en ordenadas ( eje vertical ), los acontecimientos cuantificados a criterio de quien quiera.

1. La Semana Roja
2. La semana Trágica. 
3. Los fusilados de la Patagonia
4. Barceló y Ruggerito.
5. Golpe a Yrigoyen.
6. La Sección Especial
7. Golpe del GOU
8. La Revolución Libertadora.
9. Perón proscripto.
10. Fusilamientos de José León Suarez y Penitenciaría.
11. Plan Conintes. Azules y Colorados
12. Illia presidente
13. Revolución Argentina
14. Cordobazo
15. Trelew
16  Regreso de Perón.
17. Tres A
18. Muerte de Perón.
19. Proceso. (Con todos los condimentos)
20. Guerra de Malvinas.
21. Presidencia de Alfonsín
La curva que podríamos obtener con cierta buena voluntad, comienza con sucesos de sangre abruptos en el medio de un clima de baja falta al derecho individual (convengamos elementos comparativos, considerando que estamos hablando de principios del siglo XX). Luego del golpe a Yrigoyen, se incrementa el abuso con la Sección Especial, que si bien, en el período del GOU y de Perón bajó en intensidad, tan solo se redujo un poco. Luego de la Libertadora, los hechos de sangre vuelven a aparecer y ya la Coordinación Federal, recupera los niveles de la Sección Especial de la llamada década infame o los supera, hasta atenuarse en los primeros tiempos de Frondizi, para luego recuperar su vigor, a partir del plan Conintes, los Azules y Colorados y a bajar a niveles cercanos a los nulos, en el período de la presidencia del Dr. Illia, para recrudecer luego, en la Revolución Argentina en un nivel estable hasta el Cordobazo.
Este período de casi cincuenta años, con los vaivenes descriptos, tiene una franja de alteración al orden institucional y falta a los derechos individuales de bajo tenor, si lo comparamos con lo que ocurre luego.
Si interpolamos todos los sucesos y los comparamos con los siguientes quince años, es evidente el incremento. De modo que si trazáramos una línea que cruce esos primeros cincuenta años desde la Semana Roja y la Ley de Residencia hasta El Cordobazo, podemos considerar, que si bien no es lineal, es estable con una leve tendencia alcista si se quiere. Luego le sigue en el período posterior al 69’, una inflexión oscilante creciente, para encontrarnos con una expansión evidente en los finales de esa Revolución, con los acontecimientos de Trelew y a partir de él, un sostenido crecimiento, en los gobiernos peronistas del final. Luego un incremento abrupto a partir del Proceso, que luego declina a posteriori del fracaso de la Operación Contraofensiva de los Montoneros y de la derrota de nuestras fuerzas en la Guerra de Malvinas, hasta decaer a niveles casi nulos, a partir de la asunción de Alfonsín.
Como toda curva de los procesos sociales, no es tan prolija como otras, pero casi es similar a la que se presenta en la sociedad de las moscas en la botella o en la Ley de Hooke, que figura  en Te Ganarás el Pan

Transcribo el tema de la cátedra de combustión del Ing. Agrest:
“Explicaba el profesor, que estudios del comportamiento de las sociedades se realizaban con simulaciones varias. El experimento consistía en colocar una masa mínima crítica de moscas en un volumen acotado, una botella por ejemplo. La curva de crecimiento demográfico dentro de la botella, obedecía casi en una copia rigurosa, al que experimenta el acero sometido a la tracción en la llamada Ley de Hook. Para los que conocemos la curva del comportamiento del tan noble metal, sabemos que el acero sufre un estiramiento elástico al principio muy prolongado de comportamiento lineal. Posterior a ese momento, al seguir aumentando la tensión, comienza el estiramiento sin retorno en un período llamado de fluencia, donde la relación fuerza – estiramiento dibuja una especie de serrucho horizontal inaugurando la parte de la curva, donde los estiramientos ya son superiores a la fuerza, para llegar a la última etapa, donde a pesar de que se reduce la tensión, el estiramiento es inevitable hasta llegar a la rotura.
  La observación con la población de las moscas es la siguiente. Un primer período de crecimiento lineal, un segundo período donde el crecimiento se detiene y mantiene un flujo de población estable oscilante entre valores máximos y mínimos, para luego caer a un descenso inevitable y continuo, hasta llegar a la desaparición total de la población.”
Vemos que sin forzar demasiado y aceptando algunas variantes puntuales, la entropía en la curva de la historia, se ha cumplido sin que nadie haya hecho nada para evitar su cumplimiento o por lo menos, los que lo hicieron, no han podido quebrar el impulso que la ley empujó a nuestra sociedad. Esto que se menciona (Ley de Hooke), puede ser un instrumento muy útil, a la hora de buscar propuestas para modificar la tendencia. Yo lo voy a usar, cuando ponga en evidencia, el horno de revenido de esta democracia.
De todos los mencionados, el último episodio (El Proceso), es el que por su magnitud y alcance, ha cobrado relevancia, pero hago saber, que el tema ya venía siendo padecido y peleado, como recuerdo con el episodio de mi madre y la militante.
Si bien el tema del deber en el siglo diecinueve, ha sido parte de los contenidos de casi todos los hombres que han formado nuestra Patria, me interesa evaluar por ahora, los resultados de la expansión del proyecto de la generación del ochenta hasta su quiebre, a partir del golpe de estado de 1930. Lo hago, porque varios autores han situado la llamada Paradoja Argentina, a partir del quiebre, pero más de uno (los menciono adelante), se han situado un poco antes.
Comienzo por abarcar el arco comprendido entre Sarmiento y Lugones:

Educar al Soberano pontificaba el sanjuanino en sus discusiones con Andrés Bello, mientras mantenía su estadía forzada en Chile. Cuando me acerqué a Hobbes que usaba la expresión Soberano en su Leviatán, quise suponer que El gran Maestro, se había tomado de ella y creo que es así, pero quizás, con una curiosidad singular. Sarmiento aplicaba el término Soberano al ciudadano y no al Leviatán como lo apicaba Hobbes. Y esta diferencia, entendiendo la figura de Sarmiento, me acerca a la cuestión de los derechos- deberes, de un modo similar, a la sorpresa de ese niño, que descubrió que en su país, habían ganado los malos.
El Leviatán es un monstruo. De su grandeza tienen temor los fuertes... No hay sobre la Tierra quien se le parezca, es rey sobre todos los soberbios. Hobbes desarrolla su trabajo en la primer revolución burguesa (con el cuidado del concepto), que pone fin al absolutismo monárquico en el país más evolucionado de ese tiempo. Cromwell, va a protagonizar el acontecimiento político más trascendente, que luego de algunas trifulcas, colocará a la Gran Bretaña en el lugar del estado más moderno de su tiempo y en la potencia más importante hasta el inicio del siglo XX. 
Nuestro modesto (no tanto) sanjuanino, no sólo abordó la sabiduría del monstruo del Leviatán, sino que también, la de cualquier mortal capaz de dejar su saber impreso en todo su tiempo y de los que lo dejaron atrás. El coterráneo  de Hobbes, don John Locke, quizás le haya agregado el saldo ideológico que ubica a Sarmiento, en el sitial del único liberal auténtico de nuestra Nación, si tomamos en cuenta el encuadre temporal donde le tocó ser parte. Se le agrega Russeau y su Contrato Social y el esfuerzo de los americanos, George Washington, Thomas Jefferson, James Madison en Amérca del norte y Francisco de Miranda, Echeverría y Alberdi en el continente del sur entre otros.
Llama Hobbes Soberano, al estado que restringe el albedrío de los hombres en aras de evitar, que el hombre protagonice eso que teme, que es ser el lobo de sí mismo. Cuando el inglés dice que el hombre es el lobo del hombre, lo hace en términos genéricos, quiere decir que para el hombre, más allá de sí mismo, es otro hombre el que es su lobo. A tal punto Hobbes, considera al estado como un monstruo necesario, capaz de hacerse cargo de los acuerdos y desacuerdos de quienes lo conforman, que consideraba legítimo que el ciudadano, pueda revelarse contra él estado, cuando no se siente justamente representado (¿Se acuerdan del león herbívoro de Perón?).
Hobbes era monárquico, como lo eran entre otros, los nuestros San Martín y Belgrano que compartían con él, una mirada moderna de su época que renegaba del absolutismo, pero que desconfiaba de la capacidad de gestión de las sociedades democráticas de esos tiempos.
Sarmiento en cambio, quien había intercambiado con Lincoln un tiempo dilatado, a tal punto que dentro de su extensa obra, se encuentra una biografía de ese presidente norteamericano, entendía que ese soberbio Soberano, era construido por cada uno de los ciudadanos, como él mismo se sentía parte del Leviatán. Educar al Soberano entonces, no sólo puede leerse como una ley de bondad para que los indios se transformasen en blancos de ojos azules británicos, sino que también advierte, que si no educamos al Soberano, el Leviatán será construido por esos gauchos, que lo único que tienen de humano es su sangre. A diferencia de los de su generación y de muchos argentinos que lo sucedieron, el hombre no ahorró cuidados a la hora de marcar los aspectos menos agraciados de esa criatura que es el lobo de sí mismo. Criticó por igual a los federales brutales y salvajes (ha sido uno de los pocos unitarios salvo Paz que logró trascender), de ahí, esa mirada de la historia que luego recoge Mitre y que ha atormentado mi alma infantil. Cuestionó y despreció por igual, a gauchos, indios, judíos, pero además también, a la aristocracia ganadera, incapaz de salir a producir la revolución liberal que tanto lo deslumbró en Norteamérica, a tal punto, que terminó sus días en un exilio en Paraguay, obligado para “cuidar su salud”.
De la lectura del Facundo, recibimos dentro de su inmensa capacidad para el relato y del uso del idioma, la carga vital de la violencia del contenido que relata, como aquella que emana del estilo del hombre que lo escribe.
Como los citados Belgrano y San Martín, Sarmiento no ha sido seguido por la gente de su época y luego, una vez muertos y sin que ellos tuvieran la capacidad para hacer nada con eso, ese Leviatán se encargó de usar su memoria y talento, para encorsetar la revolución que cada uno de ellos se propuso.
Al tiempo, llegaron a nuestras costas, humanidades con el aluvión zoológico, que ocuparon de entrada el Hotel de Inmigrantes.
El Leviatán levantado, respondía a un sector satisfecho, ese mismo que expulsó a Sarmiento a su exilio de muerte y que logró conformar un país de promesa y de crecimiento. La carga cultural de los que entraban, sumado al prejuicio bien fundado de la desvalorización de los contenidos históricos de esta tierra salvaje, recuperaron el saber sarmientino de la necesidad de educar al Soberano, esta vez, debían hacerles saber a los recién llegados, quienes eran los lindos y quienes los feos, cuál era el lugar del bien y cuál el del mal.
Muchos de los que llegaban, si bien aldeanos, consideraban la cultura como un bien a cuidar y muchos paradójicamente además, eran rubios de ojos azules.
Ese es el momento en que Lugones entra a la cancha.
El hombre trae los valores románticos que transitaron aquellos que construyeron la Nación. No olvidemos que quienes fueron los herederos de la consolidación de nuestra Patria y que dirigían los destinos de ella, llevaban conflictos de identidad, tanto por la juventud de la sociedad que estaban cocinando, como por el disvalor del Imperio que les dio origen y del que se habían liberado. Una cosa era ser Lincoln y otra bien diferente Mitre, una era ser Roca y otra Custer y mucho menos era, ser hijos de aquel imperio donde Cromwell abrió las puertas de la revolución industrial, para luego independizarse y otro muy diferente, ser los hijos de un imperio decadente medieval, capaz de haber llamado a su armada La Invencible, en un claro intento de tapar con la mano, un Sol que abrasaba y que fatalmente derrotaba. Hoy nosotros lo sabemos, pero nuestros fundadores, desconocían esa parte y ése es el disvalor que nos llega.
Los del aluvión zoológico, junto a algunos otros que ya vivían en esta tierra, atravesaron el Leviatán, sin que nadie pudiera impedirlo. Pero aquellos valores románticos que ya traían de sus orígenes, rápidamente germinaron en esos que luego, cargaron con la paradoja de la ajenidad que padecemos hasta hoy.
Porque a esos que llegaron a estas costas, poco les importaba la desvalorización del origen y mucho menos, la sobreactuación de un valor romántico exagerado. Ellos, los inmigrantes, agradecieron a la Patria nueva que les dio cobijo y en forma inmediata, cruzaron las fronteras de una sociedad, que como un tarro de leche, venía calentándose a fuego lento, hasta hervir en un volcán, capaz de inundar toda la cocina.
Anarquistas, comunistas y socialistas, salieron a organizar sindicatos, la nueva sociedad cívica con la UCR se independiza del entramado conservador del PAN y se lanzó la contienda.
El otro, ese que desafía y que irrumpe, aquel que se lleva aquello que por tanto tiempo ha sido el coto de caza de los mejores, amenaza a los detentores del Levaitán, como el lobo estepario que trajeron los inmigrantes desde las tierras de origen.
Pero esta tierra, ofrece oportunidades a los recién llegados. Ellos ya son parte de este Leviatán que se arma otra vez a chorro de tinta y de sangre. A pesar de eso, el país crece con su modelo agroexportador y Lugones acuña el Ser Nacional.
La mirada de Sarmiento y de Mitre, es dada vuelta y los caudillos y el gaucho, se convierten en seres heroicos, capaces de llevar los mejores valores de la humanidad. Martín Fierro y Cruz, son levantados en el máximo estandarte, lo mismo ocurre con Dorrego, pero la historia con Rosas sigue compleja y se transforma en el único eje de la disputa
El Ser Nacional, es una especie de gaucho fino como un inglés, que admira los valores de lo español y que por supuesto, sabe hablar francés.
Esa imagen idealizada del Ser Nacional, que desprecia todo aquello que viene de afuera, cala hondo en el imaginario colectivo. Ya no es la expectativa desde un espejo inverso al de la bruja de Blanca Nieves. Para esa aristocracia que se siente representada, esa imagen se acuña entre los inmigrantes, que se reconocen distantes pero deseosos de obtener ese lugar. A diferencia del terruño de sus orígenes, donde la propiedad de los príncipes y de las princesas, era parte de los cuentos infantiles, la ilusión de la movilidad social en este espacio nuevo, propone que el cuento, pueda transformarse en realidad. La conjura de Sarmiento ahora estaba jugando su venganza.
Cada mañana, en los patios de las escuelas de los guardapolvos blancos sarmientinos, esos que igualan y que tapan los despojos de la injusticia, como la leche tibia, se cargaba día a día, ese Ser Nacional lugoneano, que por paradoja, era recibido hasta en los más enconados enemigos de esas imágenes y se hacía, cada vez que se izaba o se arriaba la bandera de La Patria. Los hijos de los inmigrantes, rápidamente despreciaron sus orígenes, adhiriendo al culto del Ser Nacional.
Recordemos a Cortázar en Un Tal Lucas, con su juego de patriotismo y patiotismo.
Podemos ver la ironía con que juega el autor, para resaltar ese lugar donde las glicinas tienen ese perfume tan especial, o donde el bife de chorizo es el mejor, o donde las minas son las más lindas. ¿Al final decime? ¿En dónde viste los mejores cinturones de cocodrilo?
Esta mezcla entre lo competitivo y el afecto anecdótico, es lo que cala hondo en los valores románticos donde El Ser Nacional se hizo cargo.
La paradoja sobre la ajenidad de esa imagen, nos la muestra en toda su magnitud, la expresión
Yo Argentino
 Donde el que la emite, asegura no ser responsable de aquello de lo que se está mencionando.
La otra, es cuando un ciudadano argentino menciona a su país como:
Este País
A diferencia de los hijos de la patria de Lincoln, que se sienten orgullosos porque pagan los impuestos, los hijos de su amigo Sarmiento, se sienten imbéciles por hacer lo mismo.
La paradoja entre la apología de lo nuestro y su disvalor, hace que este Leviatán, pague los precios y que sus ciudadanos, lejos de hacerse cargo de lo que les compete, salgan a colocarse en el lugar de la queja.
Volvamos a Lugones y a su carga romántica:
Traigo dos figuras que han trabajado la paradoja argentina y su particular bisagra en el llamado Proceso de Reorganización Nacional. Los dos, desde miradas distintas, comienzan su trabajo con el pensamiento lugoneano, tanto en el inicio de las dictaduras argentinas (el Poder Militar y Sociedad política en la Argentina Alain Rouquié, emecé editores 1981), donde el autor relata que Lugones, se compromete ya no sólo con su obra, sino con su presencia, en el soporte ideológico a la irrupción de la interrupción de la democracia.
En Soldados de Perón, (Gillespie, Editorial Grijalbo 1987) el autor, luego de una breve descripción histórica, toma como primer tema en la página 27, la Evolución del Nacionalismo Argentino y lo asocia, con los orígenes del movimiento guerrillero que luego trasciende, al conformar la base nacionalista del peronismo. Pero destaca el modo en que el nacionalismo propone, la base ideológica y emocional, para el compromiso con los principios románticos que tienen su origen, en los primeros revisionistas.
Es curioso además, que aquellos que se dedicaron a combatir a los guerrilleros, adherían a las mismas bases del nacionalismo argentino, sólo que conformaban otra parte del pensamiento, que ni siquiera estaba enmarcado, en la situación de la bipolaridad de la tensión mundial que estaba vigente, a pesar de que esa base formal ideológica, ha sido la principal excusa del conflicto. Volvemos de algún modo, a la ecuación de la división entre unitarios y federales.

En su novela No Habrá más penas ni Olvidos, el escritor Osvaldo Soriano, nos relata esa época previa al golpe que lleva al Proceso al poder, donde las fracciones peronistas, se matan entre sí, al grito de ¡Viva Perón!
Vemos que esta vez, la imagen idealizada de La Patria, ha quedado identificada en el General Perón.
Esta mirada, será ampliada luego, con el concepto de la introyección del yo.

Vemos como el pensamiento y la imagen de un líder una vez muerto y en este caso, sin siquiera haber esperado a su deceso, es manipulada, para llevar adelante una propuesta propia desde la mística ilusoria, como antes se hizo con la figura de San Martín.
No pretendo encontrar explicación a los monstruosos actos que coterráneaneos, es decir, compañeros en la construcción del Soberano Leviatán, se largaron a realizar sobre otras personas, coterráneas o no en nuestra tierra. El poder militar que ha arrasado el sistema político, ha cruzado todos los territorios del pudor que hasta ese momento mal o bien habían sido cuidados. Desde pequeño, me ha atrapado esa conducta atroz de lo que somos capaces las personas, cuando cierta necesidad gregaria nos condiciona.  Con apenas siete u ocho años, me ví obligado a asistir a las proyecciones de los films, que prolijamente las tropas del Tercer Reich, obsesivamente se dedicaron a realizar en los campos de concentración y en el Gueto de Varsovia. Quienes con criterio pedagógico cuestionable, se encargaron de hacerlo, necesitaban reforzar en el corazón de sus niños, las advertencias de aquello que había ocurrido en apenas unas décadas atrás y que en nuestra Patria, se amenazaba con los grupos nacionalistas como Tacuara y en casos como el del secuestro y asesinato de Norma Penjerek.

Haber sido parte de esa masa de seres atrapados en el episodio más oscuro de nuestra historia, no me enorgullece, mas por el contrario, alimenta esa imagen incompleta de identificación con lo propio que estoy elaborando.
El nacionalismo, como fenómeno de transformación posterior a los movimientos románticos alemanes, que encendieron luego, la chispa en Sarajevo, para el primer conflicto bélico europeo del siglo XX, siguieron en su derrotero en la entreguerra, hasta llegar a su desarrollo máximo en los albores de la segunda Guerra Mundial en el citado Tercer Reich, pero también lo hicieron, en Italia, Japón y demás países, que luego formaron parte del conflicto, incluso entre los que triunfaron. Recordemos entre otros, la apología a la identificación de los rusos en la gran guerra por la Madre Patria, lo mismo con los franceses, ingleses y norteamericanos.
Pretendo introducir esta imagen incompleta del Ser Nacional de la introyección del yo y en el efecto ilusorio que propone Freud (Psicología de las masas y análisis del yo Obras completas Editorial Biblioteca Nueva Madrid M. 24. 125- 1973 (1).,) y aquí va:
Trayendo a Le Bon dice:

la multitud es tan autoritaria como intolerable…Respeta la fuerza y no ve en la bondad sino una especie debilidad, que le impresiona muy poco. Lo que la multitud exige de sus héroes es la fuerza e incluso la violencia. Quiere ser dominada, subyugada y temer a su amo… Las multitudes abrigan, en el fondo, irreductibles instintos conservadores y como todos los primitivos, un respeto fetichista a las tradiciones…..” (pag 2569)

Para aclarar esa ilusión que propone la introyección del yo en esa idealización y su relación libidinosa Freud dice:

Recuérdese la multitud de muchachas románticamente enamoradas de un cantante o de un pianista y que se agolpan en torno de él a la terminación de un concierto. Cada una de ellas podría experimentar justificadísimos celos de las demás; pero dado su número y la imposibilidad consiguiente de acaparar por completo al hombre, obran como una multitud solidaria, ofrecen su homenaje común al ídolo e incluso se consideran dichosas si pudieran entre todas, distribuirse los bucles de su rizosa melena” (pag 2595)

Esa imagen de lo nacional, que acaparó el interés en todo el espectro político durante todo el siglo veinte y que tiene como cierre trágico, el llamado Proceso, carga con la paradoja de la falla de identidad, a la que han adherido generaciones enteras posteriores al suicidio de Lugones.
El corrillo popular es instructivo a esta cuestión:
El chiste a los porteños que por extensión llevamos todos los argentinos, es aclaratorio.
¿Argentino? ¿Ese italiano que habla español y que se cree inglés?
Y los otros:
Comprá un argentino por lo que vale y vendelo por lo que cree que vale.
Un argentino es genial, dos mas o menos y tres, una calamidad.

Quiero aprovechar antes de terminar con Leopoldo Lugones, para transcribir la parábola de esa familia, que incluyo en  mi novela A Campo Traviesa en su capítulo Hamelin. (Editorial Nuevo Hacer 2013).
Nota breve que relata la vida de Piri Lugones, mujer de Walsh por diez años, editora y escritora desaparecida también, el comentario de una curiosidad familiar: la nieta del poeta patriótico Leopoldo, hija del comisario Polo que implementó el uso de la picana eléctrica en la década infame, es secuestrada por las fuerzas de la Patria que tanto ensalzó el abuelo y torturada con la máquina que desarrolló su padre.”

El derrotero de estas líneas, apunta a la misión que desde la política, deben enfrentarse aquellos que asumen el desafío del compromiso explícito de lo público. Aún desde los espacios menos visibles, llevan el deber de la reserva de lo emergente y son la parte protagónica de la ilusión proyectiva, que estimula a la formación del Leviatán. Esto quiere decir que son tanto el San Jorge como el Dragón alternativamente o su representación. Vemos que en ejemplo del cantante y las chicas, ellas no temblarían en dejar calvo al emergente ilusorio, si a cambio, se quedan con algo de sus bucles. El emergente es un mito enmarcado en la ilusión que cada una de ellas construye. El sustrato del mito, es tan diferente, como cada persona lo es, sólo que su contorno se comparte. Es por eso, que cuando el mito ilusorio, no está a la altura de sostener esa ilusión, el contrato se termina y la horda carga con él, tal como Le Bon y Freud nos anticipan del final de Mussolini.
Cuanto más represor es el Soberano, menos libertades tienen los individuos y más estática es esa sociedad.
“ Acá hace falta alguien con mano firme para resolver tanto desorden”
Quienes determinan esa sentencia, si nosotros no la compartimos, son también parte nuestra, ellos son los que nos referencian en nuestra ontología desde la alteridad. Yo existo en tanto que vos también, el desafío es crear lo necesario para evitar que uno de los dos, se transforme en lobo.

La experiencia del Proceso, la derrota de Malvinas, el juicio a las juntas, las rebeliones de carapintadas con sus correlatos de desgaste (del General Alais a la derrota de Seineldín), la difícil tarea de sostener la posición de la civilidad frente al poder militar de los últimos gobiernos, nos ha dejado, con un país sin capacidad de defensa y con unas fuerzas armadas y de seguridad degradadas, con poca posibilidad de recomposición y con una demanda desde ellos, que obliga a los civiles, a pagar los precios con olvidos o reparaciones de dudosa posibilidad. Otra vez los gobiernos civiles atrapados en la trampa de la amenaza, no tanto de golpe de estado ahora, sino de indefensión.
El período de esta democracia y en particular, la de los dos primeros mandatos, tanto el del Dr. Alfonsín como el del Dr. Menem, permitió que la ciudadanía adquiriera un espacio de politización que nunca tuvimos a pesar del evidente desgaste. Se atravesaron diversos momentos que vistos desde ahora, se asemejan a escenas de profunda teatralidad, necesaria quizás, para digerir tamaña tragedia. Los períodos posteriores a esos dos primeros presidentes, fueron los imprescindibles para bajar a tierra semejante frustración, colocando este tema junto a otros, en una dimensión algo más terrenal como para poder hacernos cargo.
El Dr. Menen con su pizza con champagne, se encargó personalmente de enterrar al Ser Nacional lugoneano que ya venía bastante maltrecho, luego de la derrota de Malvinas y del gobierno radical del Dr. Alfonsín.
Muerto y enterrado el Tótem, corremos el riesgo de volver sobre nuestras picardías y encorsetarlo en un estilo de melancolía clásica nacional, cargada por la pérdida de aquel muñeco ilusorio. De ser así, otra vez se corre el riesgo, de que aquellos valores románticos afloren, del mismo modo que ocurrió con Alemania, luego de la experiencia del Weimar.
La situación con el matrimonio Kirchner no ha sido menor. La anulación de indultos, obediencia debida y la escena del cuadro, ubicó a la ciudadanía en un lugar de poder inédito, de acuerdo al modelo de la representación del poder del General Perón de los vasos comunicantes.
Pero esa situación, nos ha ubicado en una nueva trampa. Otra vez la alteridad nos obliga a buscar el modo de que el otro nos referencie. El agua subió por encima del nivel de las ginetas y nos ha dejado inundados sin saber cómo desaguar.
Podemos aventurar al menos, que un país sin unas Fuerzas Armadas potentes, alineadas con las necesidades de la población y sin el respeto que se merece aquél que es capaz de ofrecer su vida por su Patria, por lo menos es un tema a trabajar.
Sin premura pero sin pausa, la sociedad necesita encontrar, el camino de las respuestas a estas preguntas de Moevius que se cargan en esta etapa democrática.

La Inseguridad, eufemismo que esconde al Delito, es responsabilidad del estado que en estas circunstancias, es poco probable que cuente con los recursos para revertirlo. Por un lado está la fiesta de las cuatro por cuatro y los countrys y por el otro, una marginación creciente que no tiene posibilidad alguna, de obtener una tarjeta de cartón para colocar en la ranura, salvo que el tablero se patee o se ingrese a las huestes del delito.

El nuevo vector que estimula aquello que Le Bon nos relata de la horda, está poniendo sus huevos, esos de la serpiente que Bergman bien que nos lo ha mostrado. Otra vez, a fuego lento, una mirada para el costado de aquello que nos pasó en el peor momento de nuestra historia, va creando las bases de este Leviatán, que puede otra vez, mostrar sus dientes menos queridos.


El desafío será quizás, buscar los senderos con capacidad para lamer las heridas, a sabiendas que las cicatrices quedarán y que no nos tiene que enorgullecer llevarlas, pero tampoco debemos avergonzarnos de hacerlo.
Y otra vez volvemos a las moscas, al acero y a Hooke.
Todo este período de democracia desde los finales de 1983, operan como un inmenso horno de revenido del acero sometido a las fuerzas que lo templan.
La similitud con el acero ya ha sido usada por Bush en el atentado de la Torres Gemelas, cuando dijo que su pueblo es resiliente y voy a usar esa simulación, para buscar los senderos dentro de esta confusión.

El acero, cuando se lo somete a un esfuerzo de deformación de su grano, ya sea por un cambio forzado de temperatura (temple) ó por deformación mecánica (laminacíon), aumenta su capacidad de trabajo. Ese grano deformado, se quiebra en algún sitio y forma una estructura que se llama macla, que le otorga tenacidad. Sin embargo, el material queda en un estado de fragilidad que lo torna quebradizo, duro y frágil como un diamante.
En algunos casos, no es preciso realizar un tratamiento posterior como en los laminados en frío, pero en el temple, es obligatorio llevarlo nuevamente a un horno, para quitarle esa fragilidad. Ese proceso se llama revenido y se usa para que el acero, recupere su capacidad para recibir impacto. ¿Qué se le hace al acero en estos casos? Se le hace caricias, se lo cuida, se le reconoce lo duro que ha sido ese trajín del temple y se lo acondiciona, como lo hace una madre con su bebé, todo el tiempo posterior al trauma del parto.

La resiliencia es la capacidad para recibir impactos y hay mucho para hablar sobre eso y si quieren, otra vez los invito a Te Ganarás el Pan donde lo explico, pero sólo puedo decir, que se ha demostrado que los humanos, tenemos la mayor resiliencia a la edad en que somos bebés. Los cataclismos lo han demostrado.

Algunos suponemos que nuestra actual democracia sigue a los tumbos. Algunas veces se pega un porrazo, pero hasta ahora, no se ha lastimado como sabemos que puede pasarle. El trabajo que se propone, es que la entropía pueda revertirse, como ocurre en los ciclos de trabajo para que un automóvil funcione. (En los ciclos de combustión interna, la entropía es negativa más de una vez)

La tarea entonces es detectar la ley, para evitar que la entropía llegue a su situación máxima. Como invitación en esta primera parte, empiezo colocando  algunos ladrillos refractarios en este horno de revenido de tantas sangres mezcladas.

Qué lejos está mi tierra
Y, sin embargo, qué cerca
o es que existe un territorio
donde las sangres se mezclan.
Tanta distancia y camino,
tan diferentes banderas
y la pobreza es la misma
los mismos hombres esperan.

Daniel Viglietti

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